Emboscada Invernal

Escuchá aullar al viento por debajo de la puerta. ¿No lo oís, cierto? Ya no podés escucharme. Hace años que vuelvo, cada tanto, con la misma esperanza inflamada que me saca el frío y el dolor de la gangrena del invierno. ¿Qué puerta? Aquí no hay puerta; era un descampado en el umbral de un bosque imperecedero.
Y así, me encamino, como hace años, cada tanto. Respirar el aire invernal me reconforta. El rocío congelado hace de cada pasto una placa de celesta; el martilleo de mi andar sobre ellos interpreta una triste canción de cristal. ¿Qué música harán tus pasos? Dudo que alguna vez vuelvas, para oirla.
El paisaje de formol me da la bienvenida una vez más. Las mismas ramas muertas de cada tanto, las sonrisas petrificadas en caras de roca, olvidadas, de siempre. Siento el pinchazo de las lanzas de hielo, de miles de los centinelas del tiempo, en el pecho. ¡Dejenme pasar!
Así, llego, como hace años, cada tanto. Una vez mas, no acudiste a la cita. Eso no importa. La vela continúa humildemente encendida bajo la tempestad; solo que cada vez emana menos calor.
En las espinas de los pinos, inumerables gotas como ojos. ¿¡Por qué me sentencian con sus miradas severas, cíclopes crionizados¡? ¡Si solo yo los vuelvo a la vida desde hace años!; cada tanto.
¡Escuchenme! Quizás la proxima vez que vuelva muera congelado. ¿O será la próxima cuando el invierno finalmente me extinga... ?
Tal vez la que le sigue.