miércoles, febrero 20, 2008

Visita

El monstruo está acá. Su cuerpo peludo y macizo me aterra; ni siquiera sé si tiene pelos o es macizo, pero es aterrador. ¡Puedo reconocerlo! La sensación es muy dulce, y el pánico me empalaga. Sus labios de monstruo forman una pregunta: "¿tenés miedo?". ¡Claro que lo tengo! ¡Estoy cagado en las patas!, el miedo es insoportable y aún así acá vengo enfrentarte, sin siquiera saber si tenés labios para hacerme esa pregunta. Te negué ya mucho tiempo. Te soborné con carne de doncella, te mezclé con las sombras naturales, con los árboles muertos y los cuernos de los bueyes. Ahora no sé si sos negro como esas sombras o portas cuernos o garras; ya ni recuerdo haberte creado.

Cuantas noches tuve que esconderme por miedo a encontrarte, a acercarme y no reconocerte a tiempo y tener que enfrentarte, bestia. Te di la espalda demasiado; estas ahí, en ella, respirando en la nuca. ¿Respirás?
Ya no quiero darte la carne fresca que es mía. La quiero para mí. Voy a salir de noche a buscarte. Puedo dejar que me devores, si es que tenés dientes y boca; ya no importa. Admito mi miedo, ¿sabés? Solo quiero verte de frente.

La puerta de mi cuarto se abre sola. Está acá. Hora de inmolarse contra el espejo. Y renacer del otro lado.