martes, agosto 07, 2007

N.N.M

I: Hipnosis y mate cocido
El péndulo va y viene incansablemente, un oleaje de planos de la conciencia hamacándose, y la varilla que sostiene a los párpados cruje de dolor; pesan mucho. - Respire profundo - Las costillas se dilatan tanto... son brazos, tentáculos abiertos en un abrazo sin dueño o respuesta alguna; ¿se podrán reciclar los abrazos no correspondidos?
En algun lado se escucha tronar y hay olor a lluvia de septiembre. El mar se desliza bajo el cielo en una melodía para la sección grave de las cuerdas, y un colchón de violines y cirros en un acorde de plumas y algodón, se mantiene por encima. - Se encuentra a salvo. Relajese y dejese llevar... -
El pestillo gatilla al cerrarse; estoy adentro, sí. Me alejo de esa puerta levitante y la rodeo: no hay nada detrás, ni hacia los lados. Entonces lo veo a Él, iluminado por varias luciérnagas a pila (2 x aaa).

II: Yo, Él y Ella
Él: Esperaba encontrarte. Te alejaste mucho.
Yo: Es probable. Pero no me acuerdo de vos.
Él: Lo sabía. Seguramente también olvidaste el día que decidiste convertirte en caramelo chupable, y te disolviste de a poco en el paladar del primer camello con lentes de sol que pasó por esa calle.
Yo: ¿Es cierto eso? Si no me estás mintiendo, puede que te dé la razón.
Él: Ya no importa. Lo importante es que estás de vuelta.
Yo: Solo estoy de paso, y no se por cuanto tiempo. A veces extraño esto, no sé, hasta estas baldosas rojas veteadas me dan nostalgia; pero no se puede volver, y aparte ¿para qué?
Él: (tras una no muy prolongada pausa) Bien. (Pausa) ¿No me vas a preguntar por Ella?
Yo: ¡Ella! ¿No me digas que sigue acá?
Él: Sí, en parte, al igual que vos, a veces, solo de paso.
Yo: ¿Dónde puedo encontrarla?
Él: Se queda a pasar la noche entre los árboles que hay detras de la taberna.
Yo: La taberna. ¿Siguen sirviendo esos tragos largos, esos que hacían con vodka, arena de reloj de arena, azucar impalpable, piel de almanaque viejo y rayadura de limón de septiembre?
Él: Sabés que sí. Acá siempre es septiembre. Hoy es 22.
Yo: ¿Y cómo está Ella?
Él: Bien, muy bien. Compró unas tierras. Siembra dientes de leche, y caramelos Lipo, y cosecha grandes cantidades de sonrisas. A veces pregunta por vos.
Yo: Tengo que ir a verla.

III: In taberna
¡Ah, la vieja taberna! ¡El crujir de los listones de madera contra el suelo, el tintineo de los vasos y porrones entre sí y sobre las mesas, los borrachos con sus verdades cristalinas y sus confesiones de amor a las damajuanas pelirrojas; los bandoleros buscando agitar, generar conflicto para ponerle un poco de emoción al salón; las hermosas mujeres holograma, y las rameras hechas con la destilación de la grasa de la tele, la radio, los carteles, las vidrieras, la vereda... el amor está empachado acá dentro.
Cruzo una mirada con el tabernero. Me reconoce, me guiña un ojo mientras chasquéa los dedos de la mano derecha, y prepara el viejo trago. - La casa invita. -
La bebida aceita los engranajes de una máquina algo atrofiada: se encienden los ojos de neón, los parlantes de la rocola, los neurones sacan a bailar a las neuronas y el olfato se vuelve mas sensible; polleras, la pista, todo gira bajo la bola de espejos que se mantiene quieta colgando... pendulando.
Un hombrecito blanco sobre un fondo verde que dice "Salida" me chista. Es la puerta de atrás; creo que ya es tiempo.

IV: El pinar, la luz azul, el claro.
Un camino de adoquines hexagonales de pasto y tierra se aleja de la taberna. El primer pino, el árbol que pretende tapar al bosque, tiene una leyenda marcada a fuerza de navaja en su corteza. Dice: "4 / 2= 22. Aquí era. Aquí fue." y debajo, otra declara: "Puto el que lee".
La caminata es agradable. Me acuerdo la vez que anidamos sobre la cresta de la ola de cristal salado... pero fue hace mucho. Ahora las puntas de los pelos del espíritu están florecidas; y las enredaderas bajan del techo, como vinchucas de felpa ponsoñosa. Cuelgan... pendulan.
Un haz de luz azul de un faro imperceptible, señala hacia adelante. Las particulas de polvo vuelan en su camino y al salir de él se vuelven invisibles.

V: Ella y la ruleta rusa
El centro del pinar resplandece; alumbrado público debe haber arreglado los faroles de fuego fatuo que lo circundan. En total son 6, como un tambor de revolver si se lo ve desde arriba, desde donde las lechuzas salieron a balconear. Cinco se apagan subitamente, y el anillo exterior que los contiene comienza a girar, acelerando intensamente. De un salto aterrizo en el centro, donde Ella duerme de espaldas, tapada con unos diarios al pie del monumento, junto a un perro siberiano. La cara de la estatua y la placa de bronce están en blanco; aún no hay procer a quien homenajear.
Ella habla dormida, sueña lejos. No necesita volver, no dejó el gas abierto, ni ninguna deuda quedó sin saldar. Cada tanto toma su regadera piramidal, y riega con plasma de nitrogeno éste jardín de sus recuerdos, para mantenernos con vida.
La tentación de tocarla es muy grande, ahí en el medio del tambor desenfrenado que nos arremolina. Uno de los diarios se vuela, y no llego a leer el titular amarillento: surge un hueco en su espalda, desnuda y desprotegida.

VI: El drenaje y la cuenta:
Su piel muestra un bordecito despegado, como en las uniones de un empapelado. Comienzo a rasquetear, a escarbar para llegar dentro suyo. Detrás del papel, más papel, y detrás de este más, y así. Ella sigue dormida, no parece molestarse. El tambor se detiene repentinamente, y el único farol encendido nos apunta. Una parte del aire se quema como si fuera celulosa de película de principios del XX, y forma un vórtice. Alguien chasquea allí, e inmediatamente nosotros y todo lo que nos rodea nos vemos succionados hacia adentro. O mas bien, hacia afuera.
Doctor: Ya es hora. La sesión terminó.
Yo: Pero...
Doctor: Seguimos la próxima; mi secretaria le indicará cuales son nuestros honorarios. Arregle con ella. Gracias, hasta luego.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

"Waewoa"
eso fue lo que apareció en la verificación de la palabra, es genial, se anuló todo lo que iba a poner, esa palabra lo resumió todo, WAEWOA, Increíble.

La historia asciende, como el AMO III, que está a un paso de ser 22 pero le sobra un 1 adelante y hay que restarle 1 al 3 del final.
Ahora me pregunto, el 22, ¿nos llevará a Kansas?
No hay lugar como el hogar, no hay lugar como el hogar, y los zapatitos rojos de charol que compré en mercado libre de Dorothy me quedaron chicos así que tuve que rebanarme los dedos 1 cm y medio.
Desde ahora WAEWOA

3:46 p. m.  

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