Pajarera

Estaba sentado en la Babel caída mirando el cielo y mascando un Dinovo. El vuelo de un ave majestuosa llamó mi atención, y cuando me sobrevoló, deseé que se le desprendiese una pluma, para capturarla. En su lugar tuve que correrme para esquivar un titanico excremento aviar con el que me bombardeó, que terminó impactando en una vieja caja de zapatos de comunión medio carcomida. Me acordé que ahi había guardado la carta que vos me escribieras "amigo", ¿te acordas?; ¿podes acordarte de las lineas que te mandé con una paloma y me contestaste por medio de un cuervo leproso, que me paso parte de su peste cuando me reprodujo tus palabras? ¿O de las que me llegaron de tu aliada por conveniencia, montadas en una rosada mariposa carnívora?
Saque la carta que estaba en la caja de zapatos de comunión defecada por un ave entre los escombros de la torre de Babel y la releí; una vez fue suficiente. Algunas heridas no sanan nunca; la gente que ve a la parca y sobrevive no puede sacarse nunca la expresión de horror de la cara. Jesucristo y Wallace tampoco pudieron con la ira, el dolor y la repugnancia que deja un trago de traición. Yo no puedo.
Me voy caminando sobre los restos de aquella construcción que alguna vez punzara el firmamento con su punta y provocará la ira de algun Dios. Este chicle ya no tiene gusto a nada, ¿para que seguir masticandolo? Babel incorpora excremento de ave y goma de mascar a su ruina, y ni siquiera protesta. Y creo que a Dios todavía le duele el orto del pinchazo.