II: Viaje de ida

(Lugar de partida)
Los conquistadores bajan del micro: primer encuentro cultural. Esta vez no trajeron espejos, ni contamos con oro; intercambiamos saludos y cortesías.
(Arriba)
Mientras acomodamos los bolsos y nuestras posaderas en los asientos, todo se ajusta bajo nuestro. Nos medimos, estudiamos desde nuestras posiciones "aleatorias" a los demas, dibujamos a partir de unas pocas primeras impresiones la vida de los 60 acompañantes, trazamos una linea a futuro de como va a ser, volcamos en la mesa nuestras espectativas y anhelos, compartimos en silencio nuestras predicciones y probamos todos los botones que hay sobre nuestras cabezas, los apoyabrazos y piernas, el nivel de reclinación, las cortinas.
(Arrancamos)
El Micro no se mueve, no avanzamos; la realidad se desliza hacia atrás pero nosotros, anclados. Y así, como en una calesita de plaza, no eramos quienes girabamos, sino que el volante movía al mundo; estancados. Yo, estancado.
Las lineas blancas, las rayas amarillas, se suceden interminablemente. El pasto corre. Vaca, arbol, vaca, vaca, arbol; mu mu, vaca, arbol, arbol, vaca, mu. Lentamente me voy despegando de la ciudad. Fusión. Desfusión.
Empieza el escape, pero me olvido que le di una ventaja: tengo el celular encima. La mayoría de los mensajes de texto funcionan de lazo. Sogas que vuelan, amarran, retienen. Unos pocos alientan. Uno solo bendice.
Bajar, ir al baño, subir, andar, pelicula, parar, bajar, ir al baño, comer...
Cambio de asiento, combinaciones, todo se ajusta, re ajusta y desajusta contantemente; improvisamos sobre nuestras vidas, con resultados armonicos distintos: alegría, pesadez, tedio, mala onda, risa, histeriqueo, aprendisaje, ostentacion. Todo rota.

(...)