lunes, diciembre 18, 2006

Declaración de un Testigo en Peligro

Transcripción de un cuaderno de mano. Estación Federico Lacrozze, 17/12/06, 20:13 hs.





Los hechos que voy a pasar a narrar tuvieron lugar un tiempo -indeterminado- atrás. No podría decir cuánto hace, y de nada serviría. En lugar de eso, voy a usar otra unidad de medición: fue exactamente hace 3 estaciones de subte, y unas pocas cuadras.


¿Por dónde empezar?


Una señora me preguntó por la clínica Abril. "Abril voló por la mañana", me sugirió mi memoria, aunque eso no tendría sentido para ella. -Preguntale al policía de aca a la vuelta. -Gracias. -


El público empezó a llegar al lugar. A dos los conocía por algunas fotos. Es rara la sensación de verlos tomar vida, como si la Gioconda pasara por la calle hablando con Lucien Cavarry.


La función comenzó. Silencio.


(Dentro de estos parentesis tiene lugar el espectaculo; ¡acerquense!).


La función concluyó. Aplausos.





Las cenizas del cigarrillo se hundieron en la turbiedad de la zanja. La colilla habría de seguirlas. Creo que ese fue el principio, cuando el barranco entre artista y espectador desapareció, cuando la vio salir de la ficción a la calle, cuando un año comprimido en unos pocos minutos explotó; reacción en cadena. La explosión provocó un alud y, aún así, el totem y el extraviado permanecieron de pie, frente a frente.


Éste que pretendió capturar a sus monstruos y exhibirlos, los vió liberarse de sus ataduras y embestir: No intento escapar. Lo hubieran encontrado.





La inferioridad de condiciones era alevosamente feroz, y aun así ahí estaba, apostado. Creanme, pude verlo. Sé lo que pensó despues de eso; pude oirlo. Yo estuve ahí.


(...)


Herido, aturdido y desorientado, comenzó a replegarse. Sentía que si no se desahogaba iba a reventar: las sensaciones y palabras fluían en su interior como la sangre del deshielo de su vida congelada; pero herbían. No podía contenerlas, se evaporaban liberando grandes cantidades de estrepitosa energía.


El deseo de escapar era aun mayor. Las baldosas se convertían en piezas de tetris; caían al pisarlas y de haberse detenido a escribir, hubiera sucumbido a lo profundo. Yo estaba azulado, a su lado. Él palidecía.


Solo hizo una ínfima pausa para recoger un teclado roto de una pila de basura. Alguien se burlaba de él con este simbólico mensaje, de su incapacidad para comunicarse, como si lo hubiese tenido que hacer con ese maltrecho artefacto sin la mitad de las teclas.


Y sin backspace, delete, ni la opción deshacer, huyó en subte.


La última vez que lo vi estaba en Lacrozze sentado en un banco roto de plaza, con las zapatillas hundidas en el barro y la mirada ausente.

1 Comments:

Blogger m. said...

"Sentía que si no se desahogaba iba a reventar" así como Oliverio dijo "me siento tan lleno que tengo miedo de estallar"-si mal no recuerdo-en Apunte callejero [o algo así].

Estoy azulado, a su lado. (para colmo estoy escuchando a Soda con ese tema)

Y las imágenes ambas,y el final.

Me gustó =)
Saludos sr. M.
(¡y no te rías de mis trenzas amputadas!)

9:50 a. m.  

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