Revista de divulgación absurda. Nos escribe hoy el doctor Mitislav Muajejestov. Primera parte

Signos, en las caras, en la basura, en las formas, en los colectivos que se pierden por decimas de segundo, en las inscripciones de la ropa, en los caminos azarosos para llegar a un mismo punto. También puede ser que La Verdad, o El Sentido de las cosas esté en los labios de alguno de los pasajeros mudos del transporte público pero ¿quién se atrevería a romper el silencio y preguntarles? Permitanme presentarles unas historias
Caso 1 (343 cartel azul, sección 3, sube un pasajero y se dispone a hablar con otro)
Pasajero 1: (A otro pasajero) ¿Sos vos verdad?
Pasajero 2: Eh... (se permite un instante de duda ontológica y existencial acerca de sí mismo y luego responde:) sí. Sí, soy yo.
Pasajero 1: ¿Todo bién?
Pasajero 2: ¿Yo?
Pasajero 1: Indefectiblemente es a vos, sí.
Pasajero 2: Eh... (se concede un instante de introspección en busca de sintomas que justifiquen una respuesta afirmativa, o en caso contrario, que avalen una negación a la simple pregunta)
... mirá, en este momento, es decir, ahora, acá en esta silla en el colectivo estoy bien, si. Relajado y con algo de paz aunque cuando llegue a casa...
Pasajero 1: ¿Tenes casa?
Pasajero 2: Si
Pasajero 1: ¿En el sentido estrictamente físico, arquitectónico, o en el figurado más ligado a una noción sentimental-emotiva?
Pasajero 2: En el primer sentido sí, con certeza. En cuanto al segundo... ¡Dios! Estas preguntas me perturban. No acostumbro a sondearme tan profundo.
Pasajero 1: ¿Acaso no amas a tu esposa?
Pasajero 2: Si, con seguridad.
Pasajero 1: ¿A tus hijos?
Pasajero 2: No tengo.
Mujer Grotesca: ¿¡Alguien puede dejarle el asiento a una embarazada!?
Pasajero 1: ¿Entonces?
Pasajero 2: No, no es nada. Disculpeme, ya me tengo que bajar.
Se sabe que el caballero bajó del colectivo, llegó a su casa y la encontró maravillosa, besó a su mujer como la primera vez, degustó la comida como si no probara bocado en años, fueron al cuarto, hicieron el amor desesperadamente y luego se acurrucaron para dormir repletos de gozo. Tanto, que olvidaron apagar la estufa y fueron encontrados muertos por asfixia 3 días mas tarde por una vecina con Alzeimer que distraidamente entró pensando que era su casa.
Del otro hombre jamás se supo nada.
Pensemos ahora otro posible descenlace para el mismo caso:
Caso 1.2
Pasajero 1: (A otro pasajero) ¿Sos vos verdad?
Pasajero 2: ¿Eh?
Pasajero 1: Te preguntaba si eras vos.
Pasajero 2: (Se concede un instante para dudar acerca de las intenciones o motivos que llevarían al otro hombre a encararlo. Opciones: a) es un loco, b) es un chorro, c) me confunde con alguien, motivo mas que suficiente para contestarle de mala forma, d) es un homosexual y se equivocó conmigo que soy bien macho, d) es un loco, chorro, que me confunde con alguien y además seguramente, puto) ¿Qué te pasa, loco de mierda?
El caballero vuelve a la casa como todos los días, abre la puerta y maldice en vos alta el foquito quemado que nunca cambió, y que provoca que todos los días se coma el escalón que hay despues de la entrada. Besa a su mujer sin ganas, traga rapidamente la comida -tiene mucho cansancio- se levanta, insulta a su mujer por dejar la estufa tan fuerte, la apaga y se tira a domir vestido y sin lavarse los dientes como todos los días. Mañana será un nuevo día; como todos los demás.