jueves, agosto 23, 2007

¿Mozo, usté´ sabe quien shoy sho?

"Y puede que un día empecemos a olvidar nuestro rechazo a los cliches y nuestra búsqueda de originalidad, y comencemos a jugar con ellos, pero sin llegar a creérnoslos realmente. Quizás veamos lo divertido que puede llegar a ser; de eso se trata. De eso se trató siempre. Pero entonces nos daremos cuenta que nos tomamos todo como un juego, y ya no habría seriedad, y eso nos preocupe hasta el punto de proponernos estar serios un rato… pero solo para descubrir nuestro error, rápidamente: el estar serios se convertiría en otra propuesta lúdica y literalmente, jugaríamos a la seriedad.
¡Ah, la originalidad, recurso no renovable! Ah, la seriedad, descubrimiento no restituíble.

Y si te preguntas esto, puede que, ¡Oh!, tu también busques la respuesta en el campo, llegues contra la tranquera, y con caracter declamativo pronuncies:

"¿Por que lloras, tu, cerdo, dulce cerdo silvestre de los prados ?
¿Tu alma fue hecha jamón, o has vertido tus anhelos en el lodasal?
¡Sal del chiquero, dulce cerdo silvestre! Ven a correr a tus prados,
esparce tu hedor innegable y toma el racimo:
Embriágate, cerdo; bebe.
Ve salticando con los otros, y bailen cuales cerdos.

Yo soy una oveja con piel de lobo.
Las ovejas se asustan y los lobos se me ríen.
Intento balar y suena áspero,
intento aullar y suena dulce.
Tu cerdo, cantas y suenas como un cerdo.
No hay belleza mayor, o mas auténtica.

Entonces, dime, dime por qué lloras,
oh, tu, dulce cerdo de los prados."

Aún no ha sido reconocida el arte de los olores, como tal. Hay artístas que combinan sonidos, los hay quienes hacen lo propio con los colores, las formas y las luces.
Y Ella era sin duda como un instrumento fragancial, virtuosa, con canciones arómaticas de lo mas pegadizas y placenteras. Mi nariz no puede dejar de tararear aquella fragancia musical."

Asi habló Sara Tuzstra, mientras la echaban del bar, totalmente ebria.

domingo, agosto 19, 2007

Emboscada primaveral

"El sol pega de lleno en los cascos helados. Ya es hora: deshielo. Se liberan todas las amarras y las sogas y serpientes encantadas; se descascara la corteza, y los fantasmas freezados se preparan para salir. Traen fotos viejas en sus manos.
La noria crujiente a la entrada del valle comienza a recoger lo que baja con el agua de las montañas; más y más instantaneas.
Fui juguete a cuerda y me falsearon. Fui baldosa de las que salpican. Fui algodón de azucar blanco, pegotozo, y pastilla de carbón para frenar tanta mierda. Fui testigo y asesino, pero nunca, enterrador. ¿Enterrar? nada de eso; yo sembraba.
Fui.
Torrente de realidad, la máquina sube los decibeles; las cosas cobran una nitidez que duele y desconcentra; aturden tantos detalles. No quiero escucharlos más. Off, ¿dale? Me sangra la nariz y se me va la risa.
Abajo, en el valle, tipos que permanecen toda la vida debajo del arbol, tratando de entender cómo y por qué es que funciona, mientras otros con menos inquietudes se dedican a subirlos. Muchos mueren colgados, como adornos navideños. Otros se mecen en las ramas mas firmes y se deleitan con las formas azarosas e imperfectas, pero hermosas, de la madera y sus impresiones.

En el agua pura y espejada que baja de la montaña, está el reflejo de Ella. Entendió el mensaje y subió, en lugar de quedarse a lamentarse o quejarse acá abajo. Es de las que trepan con ánimo a los árboles y les sientan bien las polleras y los chupines; de las que no desprecian, un buen consejo, un beso o una cerveza. De las que se mimetizan y pierden.
Y todo es en esta primavera, tu primavera. El árbol mira al Hombre y le pregunta, ¿cuántos años dormis a lo largo de toda tu vida? ¿No pesa ese número? ¿Y tu física cuántica y tu filosofía, que dicen que el mundo es, porque hay alguien que lo percibe? ¿Y lo que soñaste anoche? ¿Eso no es; o no cuenta acaso?
¿Cuánto hace que dormis? Llegó el deshielo, el témpano se deshace; despierta. Ya es primavera."

Así habló Sarah Tuztra.

viernes, agosto 17, 2007

Marcha Fúnebre

El cadáver leproso sigue su marcha, haciendo caso omiso a las partes que se le desprenden. Tambaleante y cabizbajo, arremete; olvida que alguna vez algo hacía bombear su sangre; algo tensaba los músculos de su cara, produciendo una sonrisa; algo drenaba agua y sal a través de sus cuencas, ahora vacías.
Un gusano baboso lo carcome por dentro, nadando con aberrante facilidad, como las vívoras del desierto, a través de su carne arenosa de sílice, cubierta de musgo. El maltrecho andante se niega a abonar la tierra y regenerarse en algo nuevo. Cada mentira o promesa rota cae al suelo en forma de trozos de cuero y víceras; revientan contra el asfalto, liberando y multiplicando más gusanos carnívoros amarillentos y gorgoteantes. Un mar de ellos sigue al empedernido, fomando una especie de enorme cola de novia orgánica, majestuosa y nauseabunda. Él continua sin detenerse.
-¡Gusanos! -pronuncia con la voz gutural de ultratumba de sus cuerdas oxidadas y quebradizas. -¿Porqué no se sacan sus trajes de seda, si ya les quedan chicos, ridículos y rotozos? ¡Transfórmense y vuelen, larvas cobardes! - Un gorgoteo abucheante le responde.
Él sigue.
feha original: 01/08/07 - 00:18

domingo, agosto 12, 2007

El increible Hall

(Dos Dioses se encuentran en la oscuridad. Se saludan y se sientan contra una pared)
Dios 1: Me estabas contando...
Dios 2: Ah, sí, cierto. ¿Querés que siga?
Dios 1: Sí, ya estoy cansado del mío. Terminá de contarme del que hiciste vos.
Dios 2: (retomando) el viejo negro jazzero está al mando de una espineta, y dos trompetas se le unen desde la escalera de atrás. ¿Los cliches se nos están permitidos, cierto?
Dios 1: Cierto.
Dios 2: Estupendo, porque era ciego, y tocaba con una sonrisa luminosa y fresca. Yo también les di a La Música, ellos supieron que hacer con ella, y ella supo corresponderlos; no como tu amiga Aletheia.
Dios 1: No es mi amiga, y no tuvo la culpa. Ellos quisieron desnudarla bruscamente, poseerla; no es de esa clase; o al menos no en la primera cita. Dame un trago (toma la botella de la que bebe el otro Dios)
Dios 2: ¿Ah, no lo es?
Dios 1: (Tragando) No.
Dios 2: Que sí.
Dios 1: Que no, te digo.
Dios 2: ¡Que sí!
Dios 1: Que no, no, no, no. Lala-lalaaa, no te escuchooo.
Dios 2: Bueno, basta, está bien. Sigo: mientras sonaba esa especie de jazz barroco, entraron un hombre y una mujer por la puerta principal del hall. Eran peregrinos errantes, tenían mucho hambre.
Dios 1: ¿Y cómo llegaron ahí?
Dios 2: ¡Dios, no sé! Tan omnisciente no soy. Bueno, lo que pasó entonces fue que comenzaron a deborar desesperadamente todo lo que había sobre la mesa, y lo que los cocineros llegaban a preparar. Pero seguían tan hambrientos y se los veía igual de famélicos que al llegar. Y ¿sabés que?
Dios 1: ¿Qué? ¡¿Qué?! Dale, se pone aburrido.
Dios 2: ¡Se dieron cuenta! ¡Sí, lo notaron! Deberías haber visto sus caras de espanto. Vieron el truco y no les gustó. ¡Descubrieron el espejizmo, los muros de moral, baratos, y la carne y frutos de eter! Entonces comenzaron a correr, atravesando las paredes de la Institución con la seguridad de un fantasma, hasta que volvieron al desierto...
Dios 1: Peor para ellos. Che, ¿no te jode si después me terminas de contar que pasó? Justo que hablabamos de Aletheia, viene esta noche a cenar a mi p.h. en el Valhala y me quiero arreglar, sí?


- ¿Cómo lo notaste? - le preguntó jadeando sobre las dunas. - ¿Que cómo lo noté? Igual que vos. Ese granito de arena en el medio del increíble hall. ¿Qué hacía ahí? ¡Era absurdo! - Sí, como todos estos otros. -
Tuvieron que aceptarlo; no había salida, es decir, entrada. Salvo aquella, que no se alejaba ni hacia atrás, adelante o a los lados: correr a las antípodas. Entonces abrieron las puertas del zótano y comenzaron a descender por esos peldaños innumerables. Un largo y oscuro camino, interrumpido por algún que otro flash de antorcha.
Al bajar el último escalón, estaban en la cima del campanario de la perdición; él no la vio más a ella, ni ella a él, y sin embargo ahí estaban los dos. Por debajo de las barandas de los bordes fluían los cúmulos de locura e irracionalidad, llenando todo el vacío.
Y ahí, en lo más alto, en el auge o paroxismo de sus vidas, aunque la soledad y el desarraigo fuesen atroces, hallaron aire fresco y espléndidas aves, y el consuelo de tirar de las cuerdas de esas campanas atlantes para ser oídos hasta en aquella lejana ciudad.
- Nuestros hijos se retuercen en el limbo; todavía no les toca venir.
- Es irrisorio, pero hay que aceptarlo. Acá estamos .


Dios 1: ... ¿te sirvo otra copa, linda?

martes, agosto 07, 2007

N.N.M

I: Hipnosis y mate cocido
El péndulo va y viene incansablemente, un oleaje de planos de la conciencia hamacándose, y la varilla que sostiene a los párpados cruje de dolor; pesan mucho. - Respire profundo - Las costillas se dilatan tanto... son brazos, tentáculos abiertos en un abrazo sin dueño o respuesta alguna; ¿se podrán reciclar los abrazos no correspondidos?
En algun lado se escucha tronar y hay olor a lluvia de septiembre. El mar se desliza bajo el cielo en una melodía para la sección grave de las cuerdas, y un colchón de violines y cirros en un acorde de plumas y algodón, se mantiene por encima. - Se encuentra a salvo. Relajese y dejese llevar... -
El pestillo gatilla al cerrarse; estoy adentro, sí. Me alejo de esa puerta levitante y la rodeo: no hay nada detrás, ni hacia los lados. Entonces lo veo a Él, iluminado por varias luciérnagas a pila (2 x aaa).

II: Yo, Él y Ella
Él: Esperaba encontrarte. Te alejaste mucho.
Yo: Es probable. Pero no me acuerdo de vos.
Él: Lo sabía. Seguramente también olvidaste el día que decidiste convertirte en caramelo chupable, y te disolviste de a poco en el paladar del primer camello con lentes de sol que pasó por esa calle.
Yo: ¿Es cierto eso? Si no me estás mintiendo, puede que te dé la razón.
Él: Ya no importa. Lo importante es que estás de vuelta.
Yo: Solo estoy de paso, y no se por cuanto tiempo. A veces extraño esto, no sé, hasta estas baldosas rojas veteadas me dan nostalgia; pero no se puede volver, y aparte ¿para qué?
Él: (tras una no muy prolongada pausa) Bien. (Pausa) ¿No me vas a preguntar por Ella?
Yo: ¡Ella! ¿No me digas que sigue acá?
Él: Sí, en parte, al igual que vos, a veces, solo de paso.
Yo: ¿Dónde puedo encontrarla?
Él: Se queda a pasar la noche entre los árboles que hay detras de la taberna.
Yo: La taberna. ¿Siguen sirviendo esos tragos largos, esos que hacían con vodka, arena de reloj de arena, azucar impalpable, piel de almanaque viejo y rayadura de limón de septiembre?
Él: Sabés que sí. Acá siempre es septiembre. Hoy es 22.
Yo: ¿Y cómo está Ella?
Él: Bien, muy bien. Compró unas tierras. Siembra dientes de leche, y caramelos Lipo, y cosecha grandes cantidades de sonrisas. A veces pregunta por vos.
Yo: Tengo que ir a verla.

III: In taberna
¡Ah, la vieja taberna! ¡El crujir de los listones de madera contra el suelo, el tintineo de los vasos y porrones entre sí y sobre las mesas, los borrachos con sus verdades cristalinas y sus confesiones de amor a las damajuanas pelirrojas; los bandoleros buscando agitar, generar conflicto para ponerle un poco de emoción al salón; las hermosas mujeres holograma, y las rameras hechas con la destilación de la grasa de la tele, la radio, los carteles, las vidrieras, la vereda... el amor está empachado acá dentro.
Cruzo una mirada con el tabernero. Me reconoce, me guiña un ojo mientras chasquéa los dedos de la mano derecha, y prepara el viejo trago. - La casa invita. -
La bebida aceita los engranajes de una máquina algo atrofiada: se encienden los ojos de neón, los parlantes de la rocola, los neurones sacan a bailar a las neuronas y el olfato se vuelve mas sensible; polleras, la pista, todo gira bajo la bola de espejos que se mantiene quieta colgando... pendulando.
Un hombrecito blanco sobre un fondo verde que dice "Salida" me chista. Es la puerta de atrás; creo que ya es tiempo.

IV: El pinar, la luz azul, el claro.
Un camino de adoquines hexagonales de pasto y tierra se aleja de la taberna. El primer pino, el árbol que pretende tapar al bosque, tiene una leyenda marcada a fuerza de navaja en su corteza. Dice: "4 / 2= 22. Aquí era. Aquí fue." y debajo, otra declara: "Puto el que lee".
La caminata es agradable. Me acuerdo la vez que anidamos sobre la cresta de la ola de cristal salado... pero fue hace mucho. Ahora las puntas de los pelos del espíritu están florecidas; y las enredaderas bajan del techo, como vinchucas de felpa ponsoñosa. Cuelgan... pendulan.
Un haz de luz azul de un faro imperceptible, señala hacia adelante. Las particulas de polvo vuelan en su camino y al salir de él se vuelven invisibles.

V: Ella y la ruleta rusa
El centro del pinar resplandece; alumbrado público debe haber arreglado los faroles de fuego fatuo que lo circundan. En total son 6, como un tambor de revolver si se lo ve desde arriba, desde donde las lechuzas salieron a balconear. Cinco se apagan subitamente, y el anillo exterior que los contiene comienza a girar, acelerando intensamente. De un salto aterrizo en el centro, donde Ella duerme de espaldas, tapada con unos diarios al pie del monumento, junto a un perro siberiano. La cara de la estatua y la placa de bronce están en blanco; aún no hay procer a quien homenajear.
Ella habla dormida, sueña lejos. No necesita volver, no dejó el gas abierto, ni ninguna deuda quedó sin saldar. Cada tanto toma su regadera piramidal, y riega con plasma de nitrogeno éste jardín de sus recuerdos, para mantenernos con vida.
La tentación de tocarla es muy grande, ahí en el medio del tambor desenfrenado que nos arremolina. Uno de los diarios se vuela, y no llego a leer el titular amarillento: surge un hueco en su espalda, desnuda y desprotegida.

VI: El drenaje y la cuenta:
Su piel muestra un bordecito despegado, como en las uniones de un empapelado. Comienzo a rasquetear, a escarbar para llegar dentro suyo. Detrás del papel, más papel, y detrás de este más, y así. Ella sigue dormida, no parece molestarse. El tambor se detiene repentinamente, y el único farol encendido nos apunta. Una parte del aire se quema como si fuera celulosa de película de principios del XX, y forma un vórtice. Alguien chasquea allí, e inmediatamente nosotros y todo lo que nos rodea nos vemos succionados hacia adentro. O mas bien, hacia afuera.
Doctor: Ya es hora. La sesión terminó.
Yo: Pero...
Doctor: Seguimos la próxima; mi secretaria le indicará cuales son nuestros honorarios. Arregle con ella. Gracias, hasta luego.

Data Entry: bienvenidos a su nuevo empleo

-¡Dadle de comer a la bestia! Para ello habeís sido llamados. Sereís los encargados de suministrarle carbón constantemente a esta locomotora infernal. Oiréis sus rugidos electrónicos, más que no os inquiete; siempre está hambrienta, y por vuestro bien y el de todos, ¡será mejor que no ceséis de alimentarla!
Al principio puede pareceros una tarea simple y rutinaria, pero no lo es. La bestia os desgastará, tratará de enredaros entre los filamentos de sus condensados bocados para poder engulliros junto con la data.
Entonces quizás os preguntaréis, por qué seguir alimentándola: vosotros le proporcionaís pulcros números y palabras, rellenos con sangre, y a cambio, mamaís la leche agridulce de sus ubres, que no solo no os sacia, sino que os envicia, pero a la vez, os mantiene latentes para que sigaís nutriéndola. ¿Habéis oido de tamaño círculo vicioso antes?
Ahora bien, oíd, la situación no es tan grave. Esta leche es anestésica y analgésica de amplio espectro. Y si bien no podéis reusaros a sustentar y engordar a la cerda bestia, sí podéis desdeñar lo que os ofrece a cambio, aunque no es recomendable: comenzaréis a sentir dolor y la conciencia despertará como un enjambre de avispas asesinas y no os dejará tranquilos; tanto, que hasta puede llegar a precipitaros hacia los campos de hiedras negras, abonados con su propio estiercol, donde lo mejor que os puede pasar es encontrar alguno de los arbustos coagulados de morfina...
-Disculpe, pero ¿y si nos quisieramos ir?
-¿Pero qué, acaso no lo sabe? ¡Somos libres! La puerta está siempre abierta para quien quiera hacerlo, cabellero.

jueves, agosto 02, 2007

Usted está aquí

Volante sin fines de lucro, o valor comercial. Prohibido arrojar en la vía púbica. Ley Nº 260.

¿Quiere subir por las telarañas de la irrealidad, pero las suelas de sus zapatos de duende están clavadas? ¿Se da cuenta de que todo se inunda rapidamente acá abajo?, ¿percibe el deshielo?
¡No se preocupe más! ¡Nosotros tenemos una oferta a su desmedida!
Para contactarnos tendrá que atravesar bosques de árboles de plástico cubiertos con bolsas de nylon translúcido celeste. Verá luego que en realidad, son camas de hospital parádas, como totems embolsados y embalsamados. Los zumbidos fantasmagoricos de las bolsas contra sus cuerpos lo acompañarán el resto del viaje; sea paciente.
No se deje persuadir por los aullidos dodecafónicos ni los paisajes y cielos expresionistas. Sentirá que camina en círculos, pero en realidad se trata de una espiral ascendente. Sienta que avanza; no desista ni maldiga el haber emprendido el viaje, puesto que ya está ahí y no le será de utilidad.
No ingiera aquellos frutos ultravioletas que crecen a los costados del sendero, por mas tentadores que parezcan; podría enfermarse de surrealismo y extraviarse; o contraer cubismo y ya no habría ni adelantes ni atrases, ni arribas o abajos. Y si no fuera atendido a tiempo, entraría en la fase abstracionista, un coma 4 de formas y corpúsculos geométricos, irreversible.
Continúe, pase lo que pase. Recuerde las lecciones del doctor Muajajestov y procure no minimizar ni desatender ninguna señal o se sentirá desorientado y perdido. El equipo de rescate se oxidó en aguas atlánticas.
Su barba crecerá, y le saldrán arrugas; su semblante tomará el tinte serio de la experiencia, y su fé le reclamará un aumento para seguir en combustión. No se aflija si llegase a mermar, quedará en "piloto".
Llegará el día en que su barba, sus arrugas y su experiencia se junten, y luego su fé, sus pies cansados y sus músculos agarrotados, junto con su garganta seca y su estómago vacío, y lo insten a contestar "¿Dónde queda el local?; ¿Cuando llegará el fin?". Entonces, recuerde este volante y estas palabras, amigo: nuestra empresa no es un fín, sino un medio; usted está aquí; éste es nuestro local.